El cuerpo desnudo sobre la cama
las piernas abiertas,
voy a parir algo
me va a salir la criatura
voy a arrojar algo
con todo mi cuerpo.
Una pierna se abre màs que la otra
y quiero golpear al costado
derribar la pared
hundir el cemento,
la cal,
pateo la pared blanca
hasta que desaparezca.
Se cae la guitarra
y tengo ganas de que se caigan los edificios
que choquen los colectivos
que los habitantes entren en caos
y queden desparramados boca arriba con las piernas abiertas
que desaparezca el mundo
y que la bruma sea la respiración de la criatura
que todos los monstruos
salgan desde todos los cuerpos
para que se agote la falsa voz,
con los vidrios estallados
con la ciudad que se muere
cada dia un poco más
cada noche con menos noche.
En el final de los tiempos
hay sólo dos abrazándose
y riendo.
Dos,
con sus monstruos que cuelgan desde sus piernas.
Dos,
que quieren habitar el viento
las hojas
el silencio.
Y habrá un parir
un nacer abundante,
más que humano.
Una monstruosidad no-humana
desde el fondo
desde lo profundo de ese viento.
Que los ojos
y las risas
que todo pareciera renacer
y quizas sea la muerte
con su espada
con sus colores nuevos
con su olor a naranjas
y el blanco sigue tan blanco en la pared
como estuvo siempre.
Què alto que está el techo,
y la altura es sólo la diferencia,
la marca de mi monstruo
el camino que se debe transitar para andar despierto.
Y si me duermo
que sea en el abrazo,
en las piernas giratorias,
entre los ojos que preguntan porque tienen miedo.
Y el camino se viaja.
Y la pared se rompe.
Y la altura se inventa.
Los pasos de los monstruos son ruidosos,
son firmes.
Está la ciudad pensada para que no caigamos
y debemos caer.
Y en la caida,
debemos gritar.
Y con el grito,
volvernos melodía.
Sonido de monstruos.Sonido monstruoso.
Voy a patear
fuerte
para romper el cemento blanco
y el olvido.
Que la curiosidad te vuelva caòtico.
Y que el caos
te convierta
que te haga maullar de dolor.
El cuerpo desnudo sobre la cama
pide
exige
necesita
el maullido.
No hay nada más claro que los dos cuerpos transpirados
en silencio
abrazandose a lo que no saben,
riendo del momento,
de los edificios que casi caen,
de quienes no se desmoronan.
Abrir las piernas
y parir al monstruo,
darle vida a lo que parecía no ser.
Abrir las piernas
y dar lo ùnico que merece ser dado:
el sonido de esa belleza.
Dar al monstruo como fuente principal
y tapar la sed
el egoísmo
las tristezas de los que bailan sin moverse.
El árbol entrará por mi balcón
y eso lo sé sólo yo.
El árbol me acariciará desnuda.
Cada hoja me olerá despacio.
Hay que ser valiente y no cerrar las piernas.
Dejar que el árbol envuelva la piel.
Hay que parir al monstruo para que lo destruya todo.
Y ahora, ya sin nada
que las hojas y el viento
se encarguen de susurrar
despacio
el canto de los monstruos.