martes, 27 de agosto de 2013
Lluvia
En la ciudad llueve
y a nadie le importa.
A mi tampoco.
Me importa más el crimen repetido en cadena nacional
que la lluvia.
Des hu ma ni za ción.
A Miguel debe importarle
porque vive en la calle.
Porque está solo
triste
y enfermo.
A Miguel le pesa la lluvia
porque se moja.
Se le moja el cuerpo,
su mochila
su armónica
sus pocas ropas.
Miguel no escribe poesia sobre la lluvia porque Miguel se moja.
En cambio,
yo,
nosotros,
podemos tomarnos el tiempo para pensar en la lluvia
En la luna llena
o sobre la primavera que se adelanta
o sobre la adolescente violada y mutilada.
In hu ma ni za ción.
Un día,
va a llegar ese día
y
vamos a pensar màs en Miguel,
màs en la calle
un dìa
tendremos la certeza
de que la lluvia es el fenomeno atmosfèrico que no deja dormir a hombres como Miguel,
a los hombres presos
a los hombres mutilados
a los hombres abandonados
a los que lloran la noche y la lluvia
porque los moja
porque les corre el agua por las pocas ropas que los tapan.
Mientras eso no me pase,
no quiero que me importe la lluvia.
Quiero que me importe Miguel.
Sin embargo,
todavía me importa la lluvia.
martes, 20 de agosto de 2013
Howl - No hay poesía
No hay poesía
porque no hay poetas.
No hay poetas porque están ocupados,
autogestionandose,
riéndose entre ellos,
y sus círculos independientes,
independentistas
dependientes de la mejor marihuana,
dependientes de un fanzine,
de transgredir porque sí.
Tan ocupados
que se olvidan de escribir
o de vivir.
Que si antes comían pollo con las manos,
ahora aparecen en los suplementos culturales
de los diarios con mayor tirada.
Que si antes eran progres,
ahora lo que les llegó es la popularidad,
ahora los quiere la Feria,
los quiere su mamá,
y los quiere hasta mi mamá.
No está mal,
digo,
queremos no solo gritar
y llorar
y patalear.
Queremos algo más.
Pero si todos avalan tu copyleft,
preocupáte.
Si todos te quieren alrededor,
preocupáte.
Si te volviste de culto,
preocupáte.
No hay poesía
porque no hay poetas.
O porque se olvidaron de casi todos los lugares
desde los que lloraban.
Se enterraron,
todos juntos,
cantando y bailando la canción mejor producida
por sus propias maquinitas
y aplaudidos
por sus propios chasquidos de dedos.
Ya no hay poesía
porque todos los poetas están in,
porque dejaron el margen,
porque escupen y ustedes le besan su saliva literaria.
Los poetas se olvidaron de vivir.
Ya están adentro,
ya no defecan.
Todos sus gritos son alabados.
Se cumplió el presagio:
llegaron estos feos Mesías para salvarnos.
Tranquilos poetas,
que luego de recibirlos cada domingo con saludos y ramos,
serán esos mismos los que pidan su crusificción.
Llegará el día en que no haya poesía
porque estén, por fin,
todos los poetas crucificados.
sábado, 10 de agosto de 2013
Fantasmas
Soy un fantasma.
Camino
entre las gentes
y
no sé qué busco.
Nadie
me ve,
nadie podría verme.
Porque
soy un fantasma.
No
tengo nada
no
tengo a nadie
estoy
sola y camino por un andén de subte.
Estoy
sola
y
voy caminando entre las gentes,
y
nadie me ve
nadie podría verme.
Porque
soy un fantasma.
Escucho
un sonido,
una
música lejana
que
estaba encima,
o
adentro
mio.
Sigo
caminado,
quiero
encontrar esa música:
es
un dolor
o
una herida abierta
que
suena.
Llego
hasta ahí,
la
escucho sonar
me
siento a mirarla
a
mirar mi dolor
y
me da miedo,
me
asusta.
Lloro,
inevitablemente,
comienzo
a llorar.
Miro
esa música y lloro.
Alguien
se me acerca,
un
hombre,
con
estampitas en la mano o algo más para vender,
quiere
saber si estoy bien
si
me pasó algo.
Soy
un fantasma, le digo.
Se ríe
y
se va.
Sola.
Lloro
sola.
Entre
cientos de gentes que pasan por un andén del subte
yo
estoy llorando sola.
Y
no es raro,
para
nada.
Nadie
me ve,
nadie podría verme.
Porque
soy un fantasma.
¿Cómo se sanan esos dolores?
¿Cuándo?
No
hay respuestas,
o
tal vez sí,
o
tal vez haya que dejar de preguntar
y
mirar
mirar
mirar
hasta
cansarse.
Hasta
que se canse el cuerpo entero.
Hasta
que se destruya,
hasta
que el llanto nos inunde los huesos
las
sabanas
los
andenes de subte
hasta
que un hombre nos pregunte si estamos bien
hasta
que aceptemos que somos fantasmas
que
nadie nos ve
que
nadie podría vernos
hasta
que ese hombre nos pregunte si estamos bien
aunque
sea en un sueño,
aunque
no haya sucedido mientras lloraba en el andén.
Hasta
que la desesperación
nos
obligue a salir
a
saltar
a
desparramar nuestros huesos por la cocina.
Aceptar
que somos fantasmas
aceptar
que soy un fantasma.
Pero
hay una música,
adentro,
primera,
una
música esencial
y
lo que suena es el dolor.
Y
hay que escucharlo.
Y
cantarlo.
Y
bailarlo.
Llorarlo.
Aunque
nadie me vea.
Aunque
nadie pueda verme.
Porque
soy un fantasma.
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