Vos decís que querés estar por fuera del cuadrado.
De esa cosa con líneas
que te limita y te encorseta.
Vos jurás que pateás por los costados,
que coloreás por fuera de los márgenes.
No me mientas.
No te mientas.
Yo sí sé lo que querés:
vos querés no estar en el centro del cuadrado
pero estás, lamentablemente, al costado de ese centro.
Estás adentro del cuadrado
pero mirando y juzgando a los de ese centro.
Decís que querés estar por fuera y es mentira.
Yo sí sé lo que querés:
querés una carrera universitaria completa
y un título que avale tus ocho años de burocracia
y tranquilice a tu familia;
querés un hobbie,
una actividad menor en tu vida,
un extra a tu labor cotidiana que sólo dependa del placer:
aprender a tocar guitarra,
hacer cerámica,
volar arriba de una tela o un trapecio;
ahora querés vacaciones en Brasil,
porque Brasil ya no es más el lugar de veraneo neoliberal de los noventa.
Si no es Brasil, alguna playa en el Caribe.
Una foto con un sombrero, abrazando una palmera.
Querés una vida sana
pero no te animás a decirle al de al lado que lo querés,
que te bese, que te ame.
Querés decir, y hacer saber,
que no mirás televisión.
No sólo no la mirás,
sino que la odiás.
Querés putear a Macri por facebook.
Querés que resuciten: Castelo,
la negra Sosa, Chávez, Jim Morrison,
Violeta Parra,
sin siquiera entender que para ellos la vida no era un valor
sino un juego que dura un rato.
Querés comer tofu, porotos aduki, milanesas de berenjena
y después dormir tranquilo (y de noche)
en un sommier de dos plazas
sin escuchar los gemidos de tu vecina.
Querés un viaje al norte argentino,
pasar por la selva boliviana,
llegar al machu pichu con tu gran mochila
y sacarte una foto con una mamita para después decirle cholita.
Querés la estupidez más gris de todas: una revolución sin armas.
Querés moverte en la ciudad en bicicleta
porque, cuando eras chico, tu papá te llevó a todos lados en auto
y sólo podías andar en bici los fines de semana.
Querés cosas que siempre van a estar adentro del cuadrado
porque vos estás adentro.
Y aunque te esfuerces,
y viajes,
y leas,
y vayas a marchas, contramarchas
y quieras convencerme con Foucault o Marx
o con el autocultivo de marihuana en San Marcos Sierra,
siempre vas a estar adentro.
No en el centro,
pero al costado.
Al costado,
pero adentro.
Aunque llegues a Cuba,
estás adentro.
Aunque no creas en la monogamia,
estás adentro.
Hacéte doler un poco.
¿Qué te mueve?
¿Qué cosa de Verdad te mueve?
¿Qué cosa te hace doler la sangre?
¿En qué con qué cómo temblás
y tiembla toda la tierra con vos?
Hacéte cargo.
Vos querés estar afuera y estás adentro.
Amontonado entre el discursillo
y el hacer pacato,
el hacer mentiroso,
junto a otros más.
Vos no creés en nada.
Vos respetás todo lo que se debe respetar
y más.
Vos mentís,
nunca decís la Verdad.
Vos no rompés.
Vos creés que decís la Verdad
pero siempre mentís,
porque tu Verdad sale de tu boca
y no se te cae desde las entrañas.
Vos no te merecés estar por fuera del cuadrado.
No te lo merecés.
Yo sí sé lo que querés:
querés solamente lo que te merecés.