martes, 14 de mayo de 2013

Los sin techo

"Y el primer día que pasamos a bordo 
no quise que gastaras dos dólares para alquilar una tumbona. 
Ahora te dejaría.  Ahora te dejaría hacer cualquier cosa.
No era por el dinero. Era porque tenías muy mal aspecto,
y pensé que te helarías de frío en la cubierta.
Y nadie sabía lo enferma que estabas. Tiré de la toalla.
Te la arranqué de las manos cuando me dijiste
que gastarías esos dos dólares.
No era por el dinero. Ahora rompería dos dólares aquí mismo.
Dios mío, era por el dinero. Te he perdido"

Donleavy


La mayor preocupación de mi madre fue la casa;
la de mi padre, esconder a sus amantes.
Algo de eso hay acá, esta noche, cada noche.
Digo la casa y no quiero decir el hogar, digo la casa,
físicamente: tener una casa.
Ella nunca pudo tener su casa. Mi padre sí pudo esconder a sus amantes.
De esas diferencias que no marcan un abismo pero sí lo señalan.
Y digo esconder y quiero decir que nos enteremos de algo 
pero no de todo.
Algo de eso hay acá, esta mañana en la que me desperté
en tu cama y ni siquiera sé tu nombre.
Y digo que, como mi madre, yo tampoco tengo casa.
Eso también sucede todas las noches, cada día.
Y quiero decir que entiendo a mi padre.
Sin casa, sólo se puede dormir tranquilo en la habitación de un amante.
Del que ya ni recuerdo su nombre y quizás nunca lo supe;
pero que lindo querido que te levantes y me prepares un desayuno y esas conversaciones que ni debieran existir 
porque entre nosotros sólo existió la noche.
No hay modo de dormir tranquilo cuando uno no tiene casa.
Y por eso lloraba mi madre, no era por las amantes.
Dios mío, era por las amantes.

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